jueves, 27 de octubre de 2005

Serenity


Parece que vino y se fue. Al fin he visto Serenity, el western de ciencia-ficción que continua la serie de televisión Firefly de Joss Whedon. Y es una película realmente particular, inteligente, diferente y que esta pasando totalmente inadvertida para el gran público. Se veía venir.

Y es que es una película prácticamente imposible de vender. No se basa en un concepto explicable en una frase, no tiene estrellas ni grandes presupuestos. Parte de una serie de televisión cancelada que no vio nadie en Estados Unidos y aquí ni siquiera ha sido emitida. Es un western, una peli de acción, de terror, una comedia, una de ciencia-ficción. Es una suma de pelis de género, y por tanto será destrozada por una crítica que no quiere entender que se puede ser mas profundo, hablar con mas verdad de la condición humana, de la vida, la muerte, sus consecuencias, la fé, la guerra, la política, etc, con una película de género que con un supuesto dramón trascendente. Que la ciencia-ficción o la fantasía pueden ser mas relevantes que una sesuda película sueca.
¿Qué público puede ir a verla hoy en día sino tiene una apabullante campaña de promoción? ¿Si no se le da todo mascadito y se le rompen los esquemas de lo que debe ser una peli intrascendente? ¿Si todo se vuelve muy oscuro y turbador para el gusto del que no quiere pensar?

Por supuesto, el mismo Joss Whedon tiene gran parte de culpa. No por que lo haya hecho mal sino por ponerse a sí mismo en esa situación imposible. Una serie de ciencia-ficción dura, sucia, oscura, con nueve personajes principales, complejos, muy humanos, un nuevo universo entero... demasiado para explicar otra vez en una sola película y además contar algo. Cuantas más explicaciones tengas que dar, mas se resiente la historia que cuentas. Y aun así Whedon sale triunfador en una demostración abrumadora de escritura inteligente, de hacer avanzar la historia mientras pones en antecedentes al público. Pero por supuesto, es imposible que los que no hayan visto la serie sientan el nivel de afecto hacia los personajes que siente un browncoat convencido. Es cierto que se exige mucho al espectador, que cabe la posibilidad de que, mientras intentas asimilar toda esa información no te dé tiempo a preocuparte por los protagonistas. Y eso es un demérito claro de una película que aspira a valerse por si misma.

Al final, ¿cómo analizas una película que llevas tanto tiempo esperando? ¿Cómo película en sí, como continuación de la serie? Hagámoslo de las dos formas.

Como película individual, su principal fallo es que es demasiado derivativa, es una mezcla extraña, con demasiada historia anterior al comienzo de la película. Y es una desconcertante mezcla de géneros. Y eso es todo lo malo que se puede decir.
Porque tiene una dirección atrevida, inteligente, innovadora. Una fotografía simplemente espectacular y perfecta, a cargo del fotógrafo habitual de Clint Easwood. Unos efectos especiales buenos, que no sobrecargan al espectador, que sirven para contar la historia, no para tapar sus defectos. Tiene un guión inteligente, con mensaje, acción bien dosificada, misterio, personajes tridimensionales y sobretodo, los mejores y más divertidos diálogos que puedes encontrar. Sus actores cumplen sobradamente, destacando por encima de todos Nathan Fillion como el capitán Malcom Reynolds, autentica figura icónica al que le espera el estrellato en Hollywood.
Eso sí, el doblaje ha matado a esta película. Y es que Joss Whedon creó un nuevo idioma para su universo futurista, una mezcla del ingles del siglo XIX, del ingles de las pelis del Oeste y de una futura evolución del idioma con sus propios giros típicos y sus rápidos y furiosos diálogos. Por no mencionar que los tacos y palabrotas varias los dicen en chino. Todo eso se pierde en la traducción. Pero es que además un doblaje particularmente torpe ha hecho que Serenity sea mucho menos graciosa en español. La comedia se basa en el timing, en la cadencia con que se dicen y se cruzan los diálogos. Y en eso Nathan Fillion y Adam Baldwin (Jayne) son auténticos maestros. Habrá que esperar hasta la salida del DVD para disfrutar auténticamente con Serenity, en su ingles original.
En resumen, es una película extraña, oscura, divertida, inteligente, emocionante... diferente.

Pero como fan de Firefly, como browncoat, es mucho más. Es el reencuentro con unos personajes que empezaste a amar y que se fueron demasiado pronto, cuando empezaban a mostrarte otro mundo, cuando se dirigían a ser la mejor obra de Joss Whedon. Y eso es decir mucho cuando hablamos del mejor guionista de la historia de la televisión.
Hay cambios respecto de la serie, claro. Firefly se centraba mucho en el día a día de este grupo de perdedores, de outcast. Los personajes perdían mas a menudo que ganaban y podíamos ir viendo poco a poco como evolucionaban mientras corrían aventuras, mientras se metían en trabajos de poca monta. Solo eran unos don nadie intentando sobrevivir. En Serenity la tripulación de Mal se ve envuelta en la aventura de sus vidas, por fin adquieren importancia en el gran esquema de las cosas y se revelan secretos largamente ocultos. Así que la sensación es diferente, uno nota como si las cosas pasaran demasiado rápido. Y es que el experto en Whedon puede ver perfectamente como eran sus planes iniciales, a los que parece que se ha atenido bastante. Uno puede ver como este acontecimiento o aquel otro hubieran sido el punto central de un episodio, como se hubiera hecho mas hincapié en las relaciones entre los personajes, como los acontecimientos del final de la película hubieran sido un brutal final de temporada, como los que nos tiene acostumbrados Whedon. Pasan seis meses entre el final de Firefly y el comienzo de Serenity, meses que explican las diferencias en la tripulación al comienzo de la película, meses en los que hubieran debido conocer a importantes personajes para el desarrollo de la historia. Y sin duda, el impacto que hubieran provocado los acontecimientos de Serenity en el espectador hubieran sido mucho mayores.
La película me ha encantado, pero la cambiaria sin dudarlo por, al menos, la temporada y media de serie que la Fox nos robó. Ahí si que estaríamos ante una obra maestra.

viernes, 14 de octubre de 2005

Pequeña historia...

Era una noche de mierda y aun iba a empeorar más. La fuerte lluvia convertía en barro toda la capa de polvo y tierra que cubría el suelo y creaba riachuelos por los que fluían los desperdicios que se acumulaban en las calles. Demasiada basura a estas alturas, la huelga de basureros alcanzaba su tercera semana consecutiva y los sindicatos y el ayuntamiento no estaban mas cerca de llegar a un acuerdo. Y mientras tanto, la gente se ahogaba entre montones de dos metros de alto de bolsas negras llenas de ni se sabe que. Esa misma mañana oímos por la radio que había aparecido el primer caso de cólera
Para acabar de joder la marrana, el callejón estaba mal asfaltado y se había formado una gran piscina por la lluvia al final del mismo. Justo donde encontraron el cadáver.
-He visto mejores escenas del crimen.- dijo con resignación Sheridan. Luchaba para encender un cigarro en medio del chaparrón y la fuerte lluvia, haciendo mil gestos inútiles para interponer su gabardina entre el viento y el mechero. Al final se dio por vencido y arrojó el cigarro calado sobre un inmenso montón de basura.
No le hice mucho caso, quejarse era la especialidad de Jonathan Sheridan. También se le daba bien beber, fumar, jurar y dar palizas. La investigación científica no era lo suyo pero conocía a todo el mundo en las calles y las bandas le respetaban como al tipo duro con una placa que era. Rondaba los cincuenta y había olvidado el significado de las palabras “aseo corporal”. Demasiadas investigaciones de asuntos infernales, demasiadas putas y demasiados actos de indisciplina le habían apartado para siempre del escalafón de ascensos. Pero los jefes sabían que daba resultados, que era un buen cazador de criminales y que las bandas no se salían de las cuotas básicas de crímenes cuando él estaba cerca. Joder, prácticamente el solito había evitado una guerra entre los “Machos” y los jamaicanos hacia tres años. Por eso no le habían despedido. Y por eso era mi compañero, porque cualquier desgraciado que trabajara con él iba a ver mas problemas que cualquier otro poli de la ciudad e iba a ver como sus posibilidades de ascenso se reducían a cero jodidamente rápido. El capitán Watkins había encontrado una buena forma de vengarse de mí contra la que no podía hacer nada.
En cualquier caso era bueno tenerlo a mi lado en aquel momento. No íbamos a sacar una mierda de la escena del crimen, cualquier huella o pista ya estaría borrada con aquella lluvia y aquella maldita piscina de basura en la que flotaba el cuerpo. Nos serían útiles sus contactos en el barrio. Al fin y al cabo, Sheridan había nacido a tres manzanas de aquel mismo callejón.
Es un tópico pero es verdad: las posibilidades de resolver un crimen se reducen drásticamente pasadas las primeras veinticuatro horas. Y estaba claro que los del laboratorio tardarían mucho en sacar algo de este desastre. Los contactos de Sheridan nos ahorrarían muchas horas de preguntas inútiles a todos los vecinos. Él sabía a quien preguntar, quien hablaría y quien no. Con un par de llamadas sabría quien quería ver muerto a nuestro simpático cadáver, a quien debía dinero o a quien se había tirado y no debía haberlo hecho.
Los alegres chicos del forense siempre estaban sobrecargados, así que sabíamos perfectamente que no tendríamos la autopsia hasta dentro de una semana, como mínimo. Todo lo que teníamos eran nuestros propios ojitos y nuestra experiencia. Casi daba saltos de alegría, joder.
Sheridan miró una vez mas al cadáver, dudó un segundo y después entró a grandes zancadas en la piscina de mierda. Cogió el cuerpo por los pies y tiró con fuerza. La verdad es que no había motivos para andarse con cuidado de contaminar la escena. Solo el puto Chernobil lo habría contaminado mas de lo que ya lo estaba.
-Puedo equivocarme pero yo diría que este tío esta muerto.- Su débil intento de humor quedaba refrendado por los agujeros de bala que podíamos ver perfectamente en su pecho. Un cuarenta y cinco o algo así, un arma potente, nada que ver con las mas extendidas nueve milímetros. Algo era algo, no era mal punto por donde empezar.
Incluso con toda la basura que llevaba encima y los litros de agua nauseabunda que le empapaban, se notaba que el fiambre llevaba buenas ropas. Un abrigo caro, chaqueta hecha a medida, zapatos italianos... empezaba a pensar que el conocimiento que Sheridan tenía del barrio no iba a servir de mucho, aquel tipo no era de por aquí.
Me acerqué al cadáver y resbalé. Sheridan me cogió a tiempo y no llegue a caer sobre el muerto. Eso si que habría quedado bien en mi expediente.
Pero no había resbalado con un charco sino con unas pequeñas bolitas que rodaban por el suelo del callejón. Me agaché a verlas mejor. Eran... ¿perlas? Le alcancé una a Sheridan y con ojo de perista experto lo confirmó.
-Esto es autentico, un puto collar de perlas como este puede costar dos o tres de los grandes.
Y aun así, allí estaban, desparramadas por todo el suelo. Empecé a recogerlas todas y entonces lo vi. Un zapato de tacón.
Aparté como un demente un gran montón de bolsas de basura. El cuerpo de una mujer apareció según retiraba mas y mas bolsas. Llevaba un abrigo de piel y un vestido de alta costura. Tenía un tiro en el cuello.
De un movimiento rápido me quité la gabardina y la tapé. Puede que la basura la hubiera protegido de la lluvia y aun encontramos algo útil. Era una esperanza vaga, lo sabía, las bolsas de basura no son el mejor aislante del mundo. Y no es que contaminen poco.
Dos minutos después retiré la gabardina, habíamos montado una pequeña tienda de campaña para tapar la zona y que no le cayera encima mas agua. Entonces pude ver mejor la herida del cuello. Había grandes quemaduras de pólvora, el disparo se había realizado con el cañón de la pistola en contacto directo con la piel.
¿Qué había pasado allí? Normalmente uno pensaría que a una pareja así, en un barrio como este, se les mata para robarles. Pero allí había todo tipo de cosas caras. Puede que el robo fuera mal, que apareciera algún testigo o que pasara cerca una patrulla... Uno estaría tentado a pensar en un encargo, el ricachon del bigote había molestado a un competidor o algo así. Pero desde luego el golpe había sido una chapuza, nada profesional. ¿Una amante despechada, tal vez? Tenía que dejar aquella especulación inútil a la que soy tan propenso. Atenerme a lo que encontráramos y tirar para adelante. Aunque había algo que me rascaba en el fondo de la mente, algo que...
Una nube de mierda me golpeó como un peso pesado. Ahora si que estaba desorientado. Dos bolsas de basura caídas del cielo me habían dado en toda la cabeza, rompiéndose y regándome un poco mas de desperdicios.
-¡Joder! ¿Qué coño ha pasado? –balbuceé como pude.
Un patrullero me respondió rápidamente.
- Han caído del segundo, creo que ahí vive una familia de inmigrantes filipinos.
Decir una familia era quedarse corto. Resultaba que en un piso de dos habitaciones vivían diecisiete inmigrantes ilegales, hacinados como ratas. Producían montones de basura y la arrojaban por la ventana. Total, que importaba con la huelga de barrenderos sin solución posible.
-Vaya, vaya, un misterio menos. –dijo con cierta sorna Sheridan. –Nadie se dedicó a tapar el cadáver de la mujer con bolsas de basura. El cadáver estaba en el callejón y tres bolsas grandes de los-que-van-a-ser-deportados lo ocultaron.
-Tal y como yo lo veo -continuó- hubo un intento de atraco. El hombre se quiso hacer el héroe, se puso delante para defender a su mujer (demasiado mayor para ser su amiguita) y recibió dos tiros en el pecho. El ladrón se adelantó con la pistola alzada, apoyó la cuarenta y cinco en el cuello de ella y la mató. El collar de perlas se dispersó por toda la escena. Algo pasó entonces que le hizo huir sin coger nada, quizá testigos.
Joder, tenía sentido, Sheridan era muy bueno cuando se ponía a ello. Eso me cabreó aun más, yo había estado a punto de llegar a esas conclusiones cuando me golpeó la basura. Y ahora parecía un gillipollas, con restos de comida filipina por toda la gabardina.
-Detective, detective.- la voz del patrullero me sacó de mis pensamientos.- He encontrado la cartera del muerto.
Se la arrebaté de las manos de malos modos, la verdad. Al instante me sentí culpable, el chaval solo intentaba ayudar. Dudé un segundo sobre decir algo o no, pero noté como Sheridan me miraba con curiosidad. No quise parecer un blandengue y lo dejé correr. Abrí la cartera y mire el nombre del permiso de conducir. Me recordó a algo, a eso mismo que bullía en mi nuca hace un rato, a un viejo recuerdo.
-Te equivocas, compañero. Todo esto es un montaje.
-¿Qué coño dices, Ferris?
-Que alguien quería que pareciese eso que acabas de contar. Pero también quería que lo descubriésemos. Este permiso no es del muerto, el asesino se lo puso.
Sheridan me arrancó de las manos la licencia antes de que terminara la frase.
-Joder, esto se acaba de complicar mucho. Vamos a tener que molestar a gente importante con este caso.- Sheridan había palidecido. Por supuesto, había reconocido el nombre. Pero todo Gothamita lo habría reconocido. Thomas Wayne había sido el muerto más famoso de la historia de esta ciudad. Hacia treinta años que le mataron en estas mismas circunstancias. Y su hijo Bruce era el hombre más poderoso de la ciudad.

Me llamo Duncan Ferris, soy policía en Gotham City y esta es la historia de cómo conocí a Batman.
Bueno, ¿que opinais? ¿merece continuacion?